En una época de constante información, donde no hay fronteras, no hay límites de tiempo y espacio para recrear, construir con otros es un ideal, mientras no se comprenda que crecemos junto con otros....La realidad líquida aumenta, pasando al metro cuadrado, donde lo que nos fortalece es el individualismo y en el consumo, esto nos da una posición planetaria en medio del caos. Retomo a Bauman, La modernidad líquida, es una figura del cambio y de la transitoriedad: “los sólidos conservan su forma y persisten en el tiempo: duran, mientras que los líquidos son informes y se transforman constantemente: fluyen. Como la desregulación, la flexibilización o la liberalización de los mercados".
Ante la incertidumbre nos hace mas fuertes, cuando hacemos un pare y humanizamos el pensar en lo abstracto, en lo tangible y volátil del ser humano, cíclico y dialéctico en contante transformación, como menciona a Maturana "ese ser autopoietico" autoproductores, pero en la modernidad líquida hemos caído en un tiempo sin certeza, donde casi nada es sólido. Bauman, menciona "La modernidad líquida es un tiempo sin certezas. Sus sujetos, que lucharon durante la Ilustración por poder obtener libertades civiles y deshacerse de la tradición, se encuentran ahora con la obligación de ser libres. Hemos pasado a tener que diseñar nuestra vida como proyecto y performance. Mas allá de ello, del proyecto, todo sólo es un espejismo. La cultura laboral de la flexibilidad arruina la previsión de futuro, deshace el sentido de la carrera profesional y de la experiencia acumulada. Por su parte, la familia nuclear se ha transformado en una “relación pura” donde cada “socio” puede abandonar al otro a la primera dificultad. El amor se hace flotante, sin responsabilidad hacia el otro, siendo su mejor expresión el vínculo sin cara que ofrece la Web. Las Instituciones no son ya anclas de las existencias personales. En decadencia el Estado de bienestar y sin relatos colectivos que otorguen sentido a la historia y a las vidas individuales, surfeamos en las olas de una sociedad líquida siempre cambiante –incierta– y cada vez más imprevisible.
Es una de las tantas preguntas que los(as) educadores, psicopedagogos y orientadores se hacen a diario en su quehacer pedagógico. Es una competencia que se exige a nivel global, en la “Sociedad del Conocimiento”, donde se mide ante todo el ser competente, pero esta exigencia de proactividad debe partir del ejemplo de nosotros mismos como educadores, entonces, ¿Qué tan proactivo (a) estoy siendo con mis estudiantes para que a partir de ellos mismos generen preguntas, respuestas y acciones significativas en la resolución de sus problemas cotidianos? La proactividad se alimenta de la iniciativa y de la responsabilidad, de la manera como asumimos los cambios, por lo tanto, se centra en el esfuerzo y la capacidad de persistencia en alcanzar los logros propuestos para liderar su propia vida. ¿En qué edad debemos estimular esta capacidad?, porque esperar a la adolescencia, entre más temprana edad se estimule se podrá lograr estudiantes proactivos, capaces de generar diferentes posibilidades f
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